sábado, 26 de noviembre de 2011

Golosina





Delicadamente fue desabotonando su camisa hasta dejar el apetitoso torso a la vista.
Él sonrió con una pureza tan encantadora que la hizo relamerse, empezó a  acariciarle el cabello de la nuca echándole la cabeza hacia atrás, saboreando  trozo a trozo de pecho muy lentamente, atrapando cada latido de su corazón con  cada lametazo,  y es que él era una golosina sabrosa que había caído entre sus manos, incitándola como si tal cosa.  Y con esas manos le manoseaba suspirando, apretando sin compasión, y sus ojos se deleitaban devorando los estallidos de sus labios.
Era tan delicioso…Aferrando a su presa como una alimaña hambrienta, y es que el miedo de esa aterciopelada masculinidad hacía que su deseo  cobrase más fuerza.  Y justo… Cuando comenzó a masticarle olisqueando su vientre, en ese mismo instante en el que el juego quería continuar para disfrutar de ese apreciado y generosísimo  manjar, una traidora paloma blanca voló en su cabeza recordando  que casi le doblaba la edad.


viernes, 4 de noviembre de 2011

Juegos telefónicos





Noche tras noche, descolgaba el auricular para escuchar su voz a través del invisible y mágico hilo telefónico. Imaginando la presión de su cuerpo sobre el de ella se retorcía y masturbaba sobre las sábanas, solamente entonces se despedía con un beso y un hasta luego, esperando  la próxima llamada.
La obsesión se fue prolongando hasta llegar a un punto en que su juego  la convirtió en esclava de sus actos. Tomó la determinación de pedirle una cita… ¿Qué perdía? Y él dijo sí y ella sonrió nerviosamente al otro lado comenzando una nueva partida.  Empezando, restregando el rojo de sus labios sobre sus pechos mientras él susurraba a su oído palabras de sexo batidas con amor. Fantaseando más que nunca,  soñando con su primera cita.  
Y sucedió,  y sus ojos se encontraron.  Pero entonces todo cambió, no fue peor, pero él no era  aquél que imaginó. Era un hombre de aspecto desagradable y  tosco ,  enfundado en un enorme abrigo negro  que parecía engullirle.  Infundía verdadera aversión, incluso un inexplicable rechazo.   Sin embargo, entrelazó sus ásperos dedos entre los suyos delicadamente  y lo llevó con gesto implorante a su coche.
Dando un portazo y sin preámbulos, echó su cabeza hacia atrás acercándose a su boca muy despacio,  y cerrando los ojos  llevó las manos de aquel desconocido a su sexo invitándole a un abrazo. Anhelando oír su voz suave y acariciante, suplicando, mendigando alguna palabra…