La voz del silencio voló fantasmal escarchando la navidad con su aliento. Solamente un pájaro, un pequeño gorrión, voló buscando a su flor. En algún sitio debía estar porque oía aún los latidos de su corazón agonizante. Y cuando la encontró, detrás de la alambrada de hielo, murió ensartado en los crueles puñales del invierno. Su sangre tiñó el suelo hasta tocar los pies de la dama. Lágrimas negras. El aire exhaló canciones antiguas gimiendo por dos almas muertas al anochecer, el anochecer de la gran nevada. El anochecer del abrazo infinito.